Encofrados (2000)
Juan Elvira
Juan Elvira
1. En River Falls el artista Barry Le Va seleccionó una serie de lugares del campus de la Universidad de Wisconsin. En ellos, y durante un período de tres días de invierno de 1969, Le Va y sus ayudantes diseminaron uniformemente polvo gris de cemento en áreas circulares sobre grandes extensiones de terreno, en aquel tiempo cubierto de nieve.
Esta acción desencadenaba varios procesos simultáneos e interrelacionados. En primer lugar, como consecuencia del tiempo de ejecución de la obra misma: las bolsas de cemento eran transportadas hasta los lugares seleccionados previamente, después el cemento se espolvoreaba. Su distribución se decidía a medida que la intervención tiene lugar, y en concordancia espontánea con su desarrollo. (nota 1) La nieve caía, se depositaba sobre la tierra cubierta de nieve, que se fundía y se mezclaba lentamente con el cemento. El cemento se solidificaba gradualmente.
En primavera, cuando toda la nieve ya se había derretido, y el agua se había evaporado y filtrado en la tierra, quedaban a la vista algunos terrones de cemento.
Esta pieza de Le Va evidencia el hecho de que el tiempo es real. Un tiempo que acompaña y determina sensiblemente la transformación de la materia y la emergencia de las formas que le son propias. Puede decirse que las cortezas de cemento de esta instalación se obtuvieron accidentalmente, esto es, su forma no se impuso al material utilizado. Por el contrario, se permitía el comportamiento íntegro del material.
El punto de partida de esta obra es un procedimiento, una vaga relación de acciones encadenadas. La toma de decisiones se desplaza de la determinación de una forma hacia la preparación de un medio. Este medio se compone de las condiciones que hacen que el acontecimiento pueda darse, donde las variables propias de los elementos en juego pueden expresarse. En este caso es el vertido del cemento el que despliega una serie de procesos entremezclados en los que la nieve actúa como encofrado activo.
De acuerdo con esta idea procesual de la obra de arte, los materiales que selecciona Le Va en su obra apenas contienen cualidades referenciales ó culturales, o al menos estas referencias son tratadas de manera que se hacen irreconocibles. En Six blown lines (1970) seis bandas de harina eran dispuestas sobre un suelo de madera. Le Va soplaba lateralmente sobre las líneas blancas con un compresor de aire. De nuevo, más allá del énfasis en la acción, se pone de manifiesto el comportamiento de la materia al ser sometida a ciertas condiciones.
Estas condiciones son los únicos elementos predeterminados por el artista. La tensión (o el inevitable carácter afirmativo de cualquier producción material como tal) de una obra así reside en la dialéctica entre la materia y su manipulación. Cada una de estas mediaciones deja una huella. Cada “soplo”, cada acción, captura una posible conformación del campo de emergencias formales del material.
Este trabajo parte de la elaboración de una construcción mental (una suerte de diagrama intuitivo) que se verifica en colaboración con un entorno concreto.
"Cada “soplo”, cada acción, captura una posible conformación del campo de emergencias formales del material".
2. En el campo de la arquitectura es posible encontrar prácticas análogas a estas. En algunas obras de arquitectura se emplean materiales en los que no se prescribe una forma fija, en los que el tiempo y la transformación actúan libremente. Esta afirmación resulta relativamente clara en lo que se refiere a la materia no estructural de la que los edificios se componen. Pero los materiales empleados para construir estructuras también permiten tales prácticas.
En el caso del hormigón armado, es posible encontrar desde sus primeras aplicaciones dialécticas experimentales entre técnica constructiva, necesidades espaciales y estructurales, y las propiedades inherentes al material empleado.
Una de las más antiguas estructuras de hormigón armado fue una pequeña embarcación construida por Joseph Luis Lambot en Miraval (Francia) alrededor de 1850, presentada en la Exposición Universal de París en 1855. La primera colaboración efectiva entre cemento y acero se dio por la sustitución de una vieja barca de remos de la que Lambot era el propietario. (nota 2)
Una estructura de acero, que reproducía la construcción en madera de las barcas tradicionales, se cubría con una delgada capa de cemento. Tal objeto no poseía aparentemente lógica constructiva alguna, ya que los materiales empleados replicaban una estructura de madera con una de acero y piedra (sustituyendo además la piedra por un agregado artificial). Una operación de este género mejoraba las propiedades resistentes del acero y la piedra en conjunto, sin que el objeto construido perdiera la familiaridad referencial y formal de una tradicional barca.
La cesta de acero trenzado hacía las veces de un primitivo encofrado perdido. Sería necesario algo más de tiempo y experimentación para llegar a la separación del encofrado de la estructura de hormigón con su esqueleto flexible de acero.
La barca de Lambot era todavía una réplica extravagante de una barca de madera, pero también una de las primeras tentativas de obtener un material nuevo. Un sistema material cooperante y artificial, diseñado con un propósito específico, estructural y espacial, que podía ser reconfigurado en cada una de sus aplicaciones.
De este modo, el hormigón armado es el resultado de la combinación variable de sus componentes y de los procesos técnicos necesarios para obtenerlo. Es posible distinguir distintas líneas de variación (nota 3), variación en la naturaleza y proporción de sus componentes, en las operaciones necesarias para su elaboración y ejecución como técnica constructiva, y en las posibles intervenciones que sobre esos factores pueden hacerse durante la construcción misma. Siguiendo los términos empleados por Deleuze y Guattari (en su descripción de la metalurgia como arte de la indagación de los filones morfogenéticos ofrecidos por las distintas aleaciones metálicas) estas líneas de variación se componen de singularidades y cualidades afectivas o rasgos de expresión. Las singularidades son las operaciones asociadas con los procesos de deformación y transformación de la materia: la solidificación del cemento, la proporción variable de sus componentes, la interacción entre cemento y acero. Las cualidades afectivas se refieren a los rasgos de expresión correspondientes a estas singularidades y operaciones: la dureza, peso, color, las características de la superficie resultantes de la composición y tiempo de curado; las líneas de rotura derivadas de determinados esfuerzos estructurales y ambientales, etc. De este modo, hay una relación directa entre acontecimientos (transformaciones) y la aparición de rasgos de expresión del material, propia de una región de materialidad difusa, anexacta, variable e informal. Una materialidad que se manifiesta en las transformaciones, en los cambios de estado. Sujeta a acontecimientos materiales que en general producen cambios en las cualidades intensivas de la materia: resistencia, dureza... y que a su vez pueden hacer posible nuevas operaciones de transformación.
Así, un determinado uso del hormigón armado ofrece la oportunidad de superar la concepción hilomórfica de la materia, en la que la forma se impone a una materia que es esencialmente pasiva y homogénea, sin propiedades inherentes que considerar, en la que la materia no es operativa ni expresiva, sino un inerte receptor de la forma.
"Una materialidad que se manifiesta en las transformaciones, en los cambios de estado".
Los pioneros de la construcción tenían tanto de artesanos como de inventores. Empleando una tenaz intuición, exploraban los recursos y las potencias de un material que era concebido casi a la vez que empleado. Un oficio que sondeaba los filones de los materiales a su disposición. Este trabajo básicamente empírico generaba un razonamiento formal en el que el hacer y el pensar eran simultáneos. Los ensamblajes inventivos que se obtenían eran por tanto deducciones de un flujo de materia en continua transformación, instantes de la innumerable convergencia de posibles singularidades y rasgos pertenecientes al material concreto.(nota 4)
Una estructura de acero, que reproducía la construcción en madera de las barcas tradicionales, se cubría con una delgada capa de cemento. Tal objeto no poseía aparentemente lógica constructiva alguna, ya que los materiales empleados replicaban una estructura de madera con una de acero y piedra (sustituyendo además la piedra por un agregado artificial). Una operación de este género mejoraba las propiedades resistentes del acero y la piedra en conjunto, sin que el objeto construido perdiera la familiaridad referencial y formal de una tradicional barca.
La cesta de acero trenzado hacía las veces de un primitivo encofrado perdido. Sería necesario algo más de tiempo y experimentación para llegar a la separación del encofrado de la estructura de hormigón con su esqueleto flexible de acero.
La barca de Lambot era todavía una réplica extravagante de una barca de madera, pero también una de las primeras tentativas de obtener un material nuevo. Un sistema material cooperante y artificial, diseñado con un propósito específico, estructural y espacial, que podía ser reconfigurado en cada una de sus aplicaciones.
De este modo, el hormigón armado es el resultado de la combinación variable de sus componentes y de los procesos técnicos necesarios para obtenerlo. Es posible distinguir distintas líneas de variación (nota 3), variación en la naturaleza y proporción de sus componentes, en las operaciones necesarias para su elaboración y ejecución como técnica constructiva, y en las posibles intervenciones que sobre esos factores pueden hacerse durante la construcción misma. Siguiendo los términos empleados por Deleuze y Guattari (en su descripción de la metalurgia como arte de la indagación de los filones morfogenéticos ofrecidos por las distintas aleaciones metálicas) estas líneas de variación se componen de singularidades y cualidades afectivas o rasgos de expresión. Las singularidades son las operaciones asociadas con los procesos de deformación y transformación de la materia: la solidificación del cemento, la proporción variable de sus componentes, la interacción entre cemento y acero. Las cualidades afectivas se refieren a los rasgos de expresión correspondientes a estas singularidades y operaciones: la dureza, peso, color, las características de la superficie resultantes de la composición y tiempo de curado; las líneas de rotura derivadas de determinados esfuerzos estructurales y ambientales, etc. De este modo, hay una relación directa entre acontecimientos (transformaciones) y la aparición de rasgos de expresión del material, propia de una región de materialidad difusa, anexacta, variable e informal. Una materialidad que se manifiesta en las transformaciones, en los cambios de estado. Sujeta a acontecimientos materiales que en general producen cambios en las cualidades intensivas de la materia: resistencia, dureza... y que a su vez pueden hacer posible nuevas operaciones de transformación.
Así, un determinado uso del hormigón armado ofrece la oportunidad de superar la concepción hilomórfica de la materia, en la que la forma se impone a una materia que es esencialmente pasiva y homogénea, sin propiedades inherentes que considerar, en la que la materia no es operativa ni expresiva, sino un inerte receptor de la forma.
"Una materialidad que se manifiesta en las transformaciones, en los cambios de estado".
Los pioneros de la construcción tenían tanto de artesanos como de inventores. Empleando una tenaz intuición, exploraban los recursos y las potencias de un material que era concebido casi a la vez que empleado. Un oficio que sondeaba los filones de los materiales a su disposición. Este trabajo básicamente empírico generaba un razonamiento formal en el que el hacer y el pensar eran simultáneos. Los ensamblajes inventivos que se obtenían eran por tanto deducciones de un flujo de materia en continua transformación, instantes de la innumerable convergencia de posibles singularidades y rasgos pertenecientes al material concreto.(nota 4)
3. El ingeniero suizo Robert Maillart (1872-1940) se encontraba entre estos artesanos. Afirmaba que los modelos estáticos que usaba para calcular sus estructuras (modelos que contemplaban determinadas singularidades de carga) debían tenerse en cuenta sólo como base previa a una verificación posterior y más compleja de lo que denominaba condiciones secundarias (aquellas que modificaban los dimensionados generales por razones externas a las tenidas en cuenta en los cálculos previos).
“La noción que comúnmente prevalece es que el cálculo debe determinar de manera clara y concisa el dimensionado. Pero a la vista de que es imposible tener en cuenta todas las condiciones secundarias, cualquier cálculo sólo proporcionará una base previa sobre la que incorporar esas condiciones secundarias. De esta manera, los resultados del cálculo numérico pueden aplicarse directamente, o pueden ser modificados. En este momento, más que un calculista, es un constructor el que transforma los cálculos iniciales”. (nota 5)
Maillart era por encima de todo un constructor, un artesano que encontraba en la construcción un campo abierto a la imaginación y la invención. Un prospector del material de construcción. Concebía la estructura como un todo continuo que superaba la dinámica de transmisión de cargas convencional, propia de las estructuras de madera y piedra.
El sistema constructivo de hormigón que desarrolló a partir de 1910 redefinía la función de cada elemento convencional de la estructura, en busca de un comportamiento estructural continuo. Las vigas, pilares y forjados no se diferenciaban netamente en estas estructuras, en las que los soportes horizontales se enlazaban en continuidad con un forjado sin vigas. De este modo, el hormigón armado se comportaba de manera específica en cada punto de una estructura extensa.
Maillart perseguía un uso radicalmente coherente del material, para lo que resultaba imprescindible la experimentación directa. Esta verificación constante del hormigón armado, el conocimiento derivado de esta dialéctica con el material constructivo, conducía a lo que Maillart denominaba confianza en el material. (nota 6)
4. En estructuras como las descritas hasta ahora, el encofrado actúa como “soplo” estático, como detención empírica de las propiedades del material. Es un elemento independiente de la estructura que media entre las condiciones técnicas constructivas y el tiempo de fraguado del hormigón, pero ignora e interrumpe en determinado momento sus propiedades inherentes. Pero también es posible actuar dentro del molde, pasar del moldeado a la modulación del material.
Miguel Fisac desarrolló e investigó una nueva técnica de encofrado. A la estructura tradicional del encofrado se añade una membrana de polietileno que actúa como encofrado de segundo orden. La membrana de plástico es flexible, y carece de textura alguna. En lugar de prefijar una forma del hormigón, independiente del proceso de solidificación, la membrana permite que quede alguna huella indeterminada de ese estado líquido transitorio. Así, el material manifiesta espontáneamente sus propiedades en el momento del cambio de estado líquido a sólido, reflejando lo que Fisac llamaba la huella genética del hormigón.
“Pensé, al fin, después de estudiarlo detenidamente que, tal vez, la característica más peculiar, más exclusiva del hormigón era la de ser el único material que llega a la obra, o a su previa fabricación, en estado pastoso, que después se solidifica. Y comprendí que posiblemente su más genuina expresividad plástica pudiera ser esta: la de recordar –como huella genética- que había sido un material blando, vertido en un molde.”(nota 7)
Un encofrado así capta un momento de la incesante modulación del material. Manifiesta la existencia de una zona de mediación entre forma y materia, como en la instalación de Le Va, donde la nieve, sometida a la solidificación del hormigón, servía de sutil encofrado.